Perspectiva
Cuando no sentí ni oí el corazón, me dio susto. Busqué en vano tocarme los ojos, descubriendo que estaba totalmente paralizado; yo, todos. Asombrado, imaginé que la muerte era esa mujer caminando hacia mí, y que me había condenado por todos los pecados del mundo. Repentinamente, me percaté de que la verdad era bien distinta: no era yo, sino un ladrón a mi lado.
Isolé
Isolé Isolé Isolé: ¡Isolé!
Isolé, Isolé: Isolé Isolé; Isolé. ¿Isolé, Isolé Isolé? Isolé Isolé Isolé. (…) Isolé (…) Isolé (…) Isolé. “Isolé”, Isolé. (Isolé), Isolé. ¡Isolé! Isolé Isolé, Isolé. Isolé Isolé Isolé Isolé; Isolé, Isolé, Isolé. Isolé. (Isolé, Isolé Isolé Isolé <
Isolé Isolé Isolé:
Isolé...
Pierde el público
El payaso de cerámica estaba gastado por el tiempo. Cierta vez había perdido su sonrisa, se vio obligado a vender su ropa, sus objetos de payaso y la nariz roja sobre su flamante nariz. Pronto se quedó en la quiebra y tuvo que apostarse a sí mismo. Poco a poco fue arrojando trozos de su cuerpo sobre la calle llena de transeúntes: uñas, estómago, corazón y cabeza. Y cuando juntó el dinero para poder volver a entretener a los niños, ya no tenía manos, brazos ni piernas.
Había una vez un cuento que empezó cuando la ventana que miraba al patio donde los amantes corrieron de los esposos heridos porque fueron vistos besándose en las afueras de un motel que aún guardaba el sabor a fornicación, se cerró, repentinamente, cortando el cuento por la mitad.
El cerdo hubiera sacrificado todo para convertirse en humano, y así lo hizo: después de haber llegado último al banquete de Buda, decidió rebelarse contra el Maestro, asestándole un golpe mortal. Después corrió a cerrar la caja de Pandora, dejando adentro la felicidad. Luego le pegó un tiro a Don Quijote, antes de que se armara andante caballero. Y por si fuera poco, aún con una torcida sonrisa en los labios, salió disparado a la iglesia más cercana y se echó al párroco con el cáliz de oro. Por último, besó la santa Biblia y mató a los tres chanchitos.
Confieso
Confieso que estoy algo triste. Jamás me habían roto el corazón, ni me habían puesto cemento en la mirada, ni me habían envenenado la sangre; sí, confieso que estoy triste. Jamás me habían pasado gato por liebre. Ni había tenido jamás rota la médula y menos me habían sellado los labios. Jamás, confieso, me habían amado tanto.
Así cualquiera
Fornicando, se juraron amor eterno.
Así cualquiera.
Alegría
Un hombre solitario, abrumado por su desamparo y tristeza, arrojó al océano una botella con algunas letras escritas en un papel. Muchos, muchos años después, las corrientes marinas llevaron la botella al otro lado del mundo. Entonces, el hombre solitario viajó alegre al otro lado del mundo para recoger la botella: la abrió con alegría, sacó el papel con alegría y leyó con alegría: “Yo Soy Alegría”.
Memoria zen
Isolé sospechaba que dentro de poco sufriría por amor. Un recuerdo ingrato la acosaría hasta minarle la esperanza. Curiosamente, cuando por fin vació el baúl de los recuerdos, desapareció toda angustia… todo dolor.
Irrefutabilidad
El astuto -si miente- es zorro.
Hábito rutinario
Tras algunos años de hablar sólo por msn, los amantes decidieron encontrarse en vivo y directo. Era hermoso verles: se sonreían sentados en un bar, sin dirigirse la palabra, tan sólo escribiendo papeles a mano y pasándoselos entre ellos.
Buena señal
Supe que estaba viva porque ya había dejado de hablar.